Cuba: "Mi vida-Fidel Castro"

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Reseña bibliográfica

Tony Saunois, CWI, 2 de Abril de 2008.

Traducido por Luis Montilla, España.



La publicación de Mi vida-Fidel Castro, (versión inglesa de 2007) fue extremadamente oportuna, ya que Castro renunció como presidente sólo unos meses más tarde. Basada en 100 horas de entrevistas, las respuestas dadas por Castro al escritor español, editor de Le Monde Diplomatique y fundador de ATTAC, Ignacio Ramonet, son muy relevantes e ilustrativas de la revolución cubana y de los eventos mundiales desde 1959. También revelan mucho sobre la perspectiva política y métodos de Fidel Castro.

De forma acertada, Castro explica las impresionantes ganancias sociales conquistadas en medicina, salud y educación como resultado de la revolución en 1959/60. "La esperanza de vida de los ciudadanos cubanos es ahora casi dieciocho años mayor que en 1959, momento en que la revolución llegó al poder. Cuba tiene una mortalidad infantil en el primer año de vida por debajo del 6 por 1000, detrás de Canadá por un ligero margen. Nos va a costar la mitad del tiempo que le tomó a Suecia y Japón alcanzar una expectativa de vida de setenta a ochenta años de edad- hoy estamos en 77,5".

En el momento de la Revolución, señala Castro, ¡la esperanza de vida era de 60 años! Esto fue después de que el 50% de doctores huyeran al extranjero tras la Revolución. ¡Por cada doctor que permaneció entonces hay, a día de hoy, 15!

La educación libre está abierta a todo el que no está empleado y alrededor de 90.000 estudiantes están en la actualidad estudiando medicina, enfermería o estudios relacionados con otros aspectos de la salud. Todo esto, a pesar de un embargo económico impuesto por el imperialismo estadounidense desde 1960 y a un severo descenso económico como consecuencia del derrumbe de la antigua Unión Soviética, en 1992, y la consiguiente pérdida de ayudas económicas.

Estos y otros impresionantes logros mencionados por Castro vislumbran lo qué sería posible con una economía socialista planificada que fuera democráticamente controlada y manejada por la clase trabajadora. Otra indicio de esto se refleja en algunos aspectos de la política exterior cubana. Aparte de movilizar 30.000 médicos para trabajar en alrededor de 40 países, uno de los más impresionantes logros fue el envío de diez mil "voluntarios internacionalistas", desde 1975 en adelante, a Angola y Namibia. En Angola, las 36.000 soldados fueron capaces de combatir con el ejercito apartheid sudafricano, y por primera vez, inflingirles una derrota militar. Las fuerzas cubanas fueron cruciales en la liberación de Namibia del gobierno sudafricano. Durante 15 años, más de "300.000 combatientes internacionalistas cumplieron su misión en Angola". Estas luchas jugaron un papel importante en el colapso del régimen apartheid. Cuba fue, como explica Castro, "el único país no africano que luchó y derramó su sangre por África y contra el odioso régimen apartheid"

Hostilidad del imperialismo norteamericano

Desde muy al principio, la revolución cubana despertó la ira del imperialismo estadounidense el cual ha buscado su derrocamiento en numerosas ocasiones. Hoy, tras la renuncia de Castro, el imperialismo norteamericano y sus representantes esperan ansiosos la desaparición del régimen cubano y la caída de la economía planificada, lo que será utilizado para desacreditar el "socialismo".

El fiasco en "Bahía Cochinos" en 1962, es la intervención del imperialismo estadounidense contra la revolución mejor conocida, que siguió al decreto por parte de Castro de la revolución socialista.

Castro enumera otra serie de ataques llevados a cabo por el exilio apoyado por los EE.UU., sus servicios de seguridad y otras fuerzas contrarrevolucionarias. "En 1971, con Nixon, la fiebre porcina fue introducida en Cuba en un contenedor, de acuerdo con una fuente de la CIA". En 1981, el tipo II del virus del dengue se desató y hubo 158 muertes, 101 de ellos niños. Según Castro, "en 1984 un líder de la organización terrorista Omega 7, con base en Florida, admitió que ellos habían introducido el virus mortal en Cuba con la intención de causar el mayor número de víctimas posibles". Ha habido más de 600 planes de asesinar a Castro.

Los beneficios sociales de la revolución y la brutal hostilidad del imperialismo de EE.UU. revelado en este libro, ilustran por qué Cuba es vista internacionalmente con gran simpatía por muchos trabajadores y jóvenes, especialmente en Latinoamérica. Lo mismo sirve con respecto a Venezuela, aunque posiblemente en menor alcance, debido al fracaso de la revolución para avanzar y derrocar así al capitalismo. Ambos países, Cuba y Venezuela, son percibidos como los únicos regímenes preparados para resistir la embestida del capitalismo neoliberal durante los las décadas de 1990 y 2000. Cuba ha ganado gran simpatía cómo el único régimen de la izquierda que está preparado para levantarse ante el coloso de lo que Castro (y Hugo Chávez), llaman justificadamente como el "imperio"-el imperialismo de EE.UU.

La caída de la URSS

Las respuestas de Castro a una serie de cuestiones, especialmente las referidas a los años 90 y a la caída de la antigua Unión Soviética, revelan una buena lectura individual, de quién atentamente ha seguido los acontecimientos mundiales. Esto muestra que Castro, siguiendo las desastrosas experiencias de la restauración capitalista en la antigua Unión Soviética, se opuso a que Cuba siguiera el mismo camino. El hecho es que Cuba fuera capaz de sobrevivir sin tener que hacer totalmente pedazos la economía planificada y tener que restaurar el capitalismo, muestra las raíces sociales que la revolución había establecido. A su resistencia ha ayudado el petróleo venezolano recibido en los últimos tiempos. El régimen de Cuba fue incluso capaz de mantener más apoyo cuando se enfrentó a la agresiva política adoptada hacia ella por el imperialismo estadounidense.

De manera reveladora, Castro expone el papel jugado por Felipe González (el antiguo líder del Partido Socialista Español- PSOE) persuadiendo al antiguo líder soviético Gorbachov para que apoyase una política de restauración capitalista. Esto ocurrió cuando la burocracia gobernante, como un todo, se volcó sobre el capitalismo. González, desde el principio apoyado por otros como Manuel Fraga (un antiguo ministro en el régimen fascista de Franco y presidente de Galicia), intentó persuadir a Castro para que adoptase el mismo camino en los años 90. "Fraga es una de esas personas, junto que con González y otros... formaron parte de un grupo que muy insistentemente estuvieron dándome advertencias económicas cuando la URSS cayó. Una noche, me llevó a un restaurante muy elegante- y también trató de darme consejos. "La fórmula para Cuba es la fórmula de Nicaragua, dijo literalmente..."

Castro rechazó esta advertencia y contestó que esa fórmula "ha dirigido a Nicaragua a un pozo sin fondo de corrupción, robo, negligencias...terrible...ellos querían que siguiera la fórmula rusa, la que Felipe y su elite de consejeros urgió a Gorbachov a seguir...y allí ya no queda nada. Todas aquellas personas cuyo consejo fue seguir las fórmulas del neoliberalismo hasta la muerte- privatización, estricta complacencia de las reglas del FMI- han conducido a muchos países y a sus habitantes al abismo".

Sin embargo, ¿por qué Castro no se opuso a las advertencias similares de Tomás Borge y otros líderes sandinistas de Nicaragua en los años 80 antes de su caída?

El hundimiento de la globalización y el papel de la clase trabajadora

Aislada y frente a un maremoto internacional de políticas neoliberales en los años 90, Castro revela su enfoque de ese periodo. En esencia, Castro adoptó una política de "ganar tiempo". Esta estrategia estaba conectada con la perspectiva de esperar el "colapso de la globalización". Esto, anticipaba Castro, "llevaría a una situación más crítica que la de 1929". El capitalismo moderno, argumenta, se ha tornado en algo tan monopolizado que "ya no hay capitalismo hoy en día, no hay competitividad. Hoy, lo que tenemos son monopolios en todos los grandes sectores".

Unas 500 multinacionales controlan el 80% de la economía mundial. Mirando la crisis desplegada en los últimos años, Castro concluye: "Ya no es sólo una crisis en el sudeste asiático, cómo en 1977, es una crisis mundial, a lo que se une la guerra en Irak, más las consecuencias de la enorme deuda, más el creciente despilfarro y el consecuente costo de energía... más el déficit de la supuesta principal economía y primer poder militar del planeta". Un sistema que como concluye Castro "está llevando al mundo a un callejón sin salida".

Sin embargo, ¿cual es la clase social que es capaz de luchar por este sistema y construir una auténtica democracia socialista alternativa? En este libro, Castro también revela su falta de entendimiento sobre cómo y cual será la clase capaz de derrotar al capitalismo y de construir una alternativa democrática socialista. Esto le lleva a adoptar ideas y métodos contradictorios. A lo largo de todo el libro no hay una sola referencia a la clase trabajadora y a su papel central en la revolución socialista. Incluso cuando se refiere a la gran huelga general de diez millones de trabajadores en Francia en 1968, Castro sólo menciona de pasada, que De Gaulle había ido a Alemania a tomar el apoyo de las tropas estacionadas alli "para reprimir cualquier intento de rebelión popular".

La ausencia de cualquier referencia a la clase trabajadora revela la actitud de Castro sobre la revolución cubana y, en general, el carácter de la revolución socialista. Para Castro, la clase trabajadora no juega un papel central. Como cuando Castro declara, refiriéndose a la revolución cubana "para nosotros, la guerra de guerrillas fue el detonador de otro proceso cuyo objetivo era que los revolucionarios asumieran el poder. Y con un punto culminante: una huelga general revolucionaria y un levantamiento general del pueblo".

En otras palabras, una lucha de guerrillas que en aquel entonces fue apoyada por una gran parte de la población dónde la clase trabajadora jugó un papel auxiliar, cualquier papel menos el papel dirigente. Como la CWI explicó en otros artículos y documentos, debido a una serie de factores históricos y subjetivos, la lucha de guerrillas desplegada con éxito en Cuba y cómo la guerrilla entró en las ciudades hizo que las masas urbanas salieran a la calle.

En Mi vida, hay algunas discrepancias entre cómo Castro y el Movimiento 23 de Julio vieron la revolución, en cómo comenzó. Castro da la impresión de que tenía desde el principio un objetivo claramente "socialista". Sin embargo, como se explicó en otros artículos y documentos de la Militant/CWI, en ese momento y en los subsiguientes, nosotros no creímos que éste fuera el caso. Los líderes del movimiento, en realidad, tenían el objetivo de derrocar a Batista y de establecer una "Cuba moderna y democrática". Che Guevara adoptó una actitud diferente a la de otros líderes del movimiento. Como consecuencia del embargo del imperialismo estadounidense y de la presión de las masas, los líderes fueron rápidamente impulsados a una dirección más radical, la cual borró eventualmente el capitalismo.

Mientras los procesos de la revolución cubana no impidieron el destrozo del antiguo régimen de Batista, se dio forma a la naturaleza del Estado que lo remplazó. Aunque la clase trabajadora apoyó la revolución, ellos no la estuvieron liderando conscientemente, como sí hizo la clase trabajadora en la Revolución Rusa de 1917.

El régimen cubano

En Cuba, el capitalismo fue derrocado siguiendo una serie de represalias ojo por ojo entre el nuevo gobierno cubano y EE.UU. Si bien esto representó un gran paso adelante, no fue el resultado del establecimiento de una genuina democracia de trabajadores y campesinos, tal como había pasado en Rusia en 1917, pero llevó a un régimen burocrático (con algunos elementos de control de los trabajadores en sus inicios, que ahora han sido en gran parte eliminados) que manejó una economía nacional planificada.

El carácter real del Estado es quizá inadvertidamente revelado por Ignacio Ramonet en la introducción de Mi vida, cuando advierte: "Mientras está él (Fidel Castro), sólo hay una voz. Él toma todas las decisiones, grandes y pequeñas. Aunque consulte muy respetablemente a las autoridades políticas a cargo del partido y al gobierno, durante el proceso de toma de decisiones, muy "profesionalmente", es Fidel quien finalmente decide".

Castro también revela aspectos de la función de Estado durante los periodos críticos. Revela que cuándo se enfrentó a la decisión de ejecutar al jefe del ejército, Arnoldo Ochoa, alegando tráfico de drogas, fue "una unánime decisión del Consejo de Estado, que tiene 31 miembros. Con el tiempo, el Consejo de Estado se ha convertido en un juzgado y lo más significativo es que hay que luchar para asegurar que cada decisión sea tomada con el consenso de todos los miembros".

El hecho de que esta decisión fuera tomada sin discrepancias dice mucho sobre el carácter de este cuerpo y de la influencia de Castro, dada la extremada controversia del caso de Arnoldo Ochoa.

Castro también defiende la idea de un partido: "¿Cómo podría nuestro país haber soportado firmemente si hubieran existido diez piezas?"

También añade confusión al respecto, el ataque a la corrupción y a la manipulación de los medios de comunicación en el occidente capitalista, acusándolos de no ser una democracia real. Sin embargo ésta es una cuestión totalmente diferente a la de los derechos de los trabajadores, jóvenes e intelectuales para formar sus propios partidos políticos, incluyendo partidos trotskistas, y para competir en las elecciones de una democracia de trabajadores y campesinos.

Una genuina democracia de trabajadores aseguraría la elección democrática de todos los componentes para recordar, que los miembros del Estado y del partido oficial no reciben más que el salario medio del trabajador especializado, y aseguraría una completa libertad de expresión de otros puntos de vista y de críticas. Un régimen como el cubano, especialmente después de cerca de 50 años en el poder, no debería tener nada que temer de los trabajadores, de los jóvenes y de los intelectuales que establecieran sus propios partidos políticos y sus propias organizaciones siempre que defendieran la economía planificada o no pretendieran empuñar las armas o utilizar la violencia contra el gobierno.

Esto no quiere decir que la Cuba de Castro haya tomado las mismas grotescas características de la Rusia estalinista, con purgas masivas, un incontrolado culto a la personalidad alrededor de Stalin, etc. No hay todavía retratos ni calles con el nombre de Castro. No hay evidencias de utilización de tortura por parte del Estado. Pero por otra parte, esto tampoco quiere decir que la burocracia, la corrupción o los privilegios no existan. Esto ha sido recientemente mostrado en la admisión por parte del gobierno cubano de que el 15% de la población cubana posee el 90 % de los pesos de las cuentas bancarias.

Cuba aislada

El problema con el que se ha enfrentado Castro durante los años 90, siguiendo a la caída de la antigua URSS, ha sido el aislamiento, a lo que se unen las limitaciones impuestas por la existencia de una burocracia y la ausencia de una auténtica democracia de los trabajadores. Medidas, tales como una apertura parcial de la economía y una dolarización parcial, fueron introducidas por el régimen para tratar de ganar tiempo. Aquello aumentó sus propias contradicciones, especialmente la dolarización parcial, e incrementó enormemente las diferencias entre los que tenían o no acceso a los dólares americanos, y creó un crecimiento del mercado negro y la corrupción.

La cuestión del aislamiento de Cuba está vinculada a la derrota de los movimientos revolucionarios que barrieron América Latina en 1970/80. Castro no traza conclusiones concretas con respecto a las razones de esas derrotas. Los sandinistas en Nicaragua fallaron a la hora de derrotar a la Contra, explica, debido al servicio militar obligatorio. Castro dice: "Nicaragua consiguió su victoria 12 años después de la muerte del Che en Bolivia. Esto significa que las condiciones objetivas en muchos países en el resto de América Latina eran mejores que las de Cuba". Pero la cuestión central es por qué los sandinistas pierden de nuevo contra los contrarrevolucionarios. En este caso Castro no ofrece una explicación real. No hace ningún comentario sobre el fracaso de los sandinistas para derrocar al capitalismo. Ellos detuvieron las medidas decisivas para el derrocamiento del sistema, especialmente en 1984, en gran parte por la presión de la burocracia estalinista de Moscú, que se opuso a esto fuera hecho. Cuba, y Castro, respaldaron la presión de Moscú y, en un momento, embargó los MIG rusos en la Habana que estaban destinados para Managua, la capital de Nicaragua.

Comentando la derrota de Allende, en 1973, el antiguo presidente de Chile, Castro denuncia correctamente el papel del imperialismo estadounidense, pero no extrae conclusiones de los fallos de los líderes de los partidos Socialista y Comunista de Chile, que actuaron como freno de la revolución. Sin embargo esas derrotas y otras, fueron cruciales en América Latina durante este periodo y reforzaron el aislamiento de Cuba y su dependencia de la burocracia soviética, en aquel momento. Así mismo, en un sentido, Castro ha repetido muchos de los fallos cometidos por los líderes de esos movimientos en la advertencia dada recientemente a Chávez en Venezuela. Castro cuenta que en el momento del desbaratado golpe de la derecha en Venezuela, en 2002, aconsejó a Chávez no renunciar. Urgió a Chávez a "ponerse en contacto con algunos de los oficiales con autoridad entre las filas de los golpistas, y asegurarles su disposición a abandonar el país, pero no a renunciar".

El antiguo presidente Allende, dice Castro, no tuvo elección y perdió su vida durante el golpe derechista en 1973 en Chile, clamando que Allende no tuvo "el apoyo de un sólo soldado". Esto no es verdad. Amplias secciones del ejército y la armada en Chile apoyaron el proceso revolucionario. Se estima que Allende tuvo el apoyo de más de un 30 % de los militares en el momento del golpe. La tragedia fue que Allende falló a la hora de armar y movilizar a la clase trabajadora.

En Mi vida, Castro afirma que avisó a Chávez durante el golpe derechista de 2002, que "tratando de encontrar en la gente corriente el desencadenamiento de la resistencia nacional... no tenía posibilidades virtuales de éxito". Sin embargo la "resistencia nacional" surgió espontáneamente de abajo y Chávez retornó al poder gracias a las masas. Este aviso es sin embargo otro ejemplo de como Castro obvia a las masas y a la clase trabajadora como fuerza dirigente de la revolución, pero que la usa como una fuerza auxiliar de cualquier organización guerrillera o en secciones del ejército.

Si bien Castro colisiona con la burocracia estalinista soviética, a la cual critica, en ocasiones intensamente, no proporciona ninguna alternativa. Esto proviene de nuevo de la falta de entendimiento de Castro y de su desconfianza en la clase trabajadora. Como resultado, los críticos de Castro finalmente permiten la equiesencia con los estalinistas. Castro también guarda silencio en ocasiones, durante las grandes luchas entre el Estado y los trabajadores y jóvenes de muchos países.

En lo referente a la Primavera de Praga en 1968, mientras inicialmente Castro apoyó algunas de las demandas de una mayor democracia y libertad de expresión, Castro concluye: "Pero a pesar de unos eslóganes justos, ha habido un movimiento hacia una política abiertamente reaccionaria. Y nosotros- amargamente, tristemente- teníamos que aprobar la intervención militar". Sin embargo en 1968, el apoyo a la restauración capitalista no había sido la idea dominante en la antigua Checoslovaquia. La conciencia de las masas, en su mayoría en ese momento, buscaba una "democratización del socialismo", no avanzar hacia capitalismo.

Sin duda motivado por intereses diplomáticos y comerciales, el régimen cubano mantuvo el silencio cuando cientos de estudiantes fueron masacrados por el gobierno mejicano en 1968. Castro no dice nada de estos hechos en su libro.

Al plantearse el espectro de la restauración capitalista en Checoslovaquia, en aquel momento, Castro está confundiendo los procesos que emergieron durante la década de 1990 y no la de 1960 y los ecos de justificación para la intervención dados por los estalinistas rusos en 1968. Castro está claramente contra la restauración capitalista en Cuba, especialmente habiendo visto las consecuencias en la antigua URSS y en el este de Europa. Concluye, probablemente de forma correcta, que el antiguo líder soviético Gorbachov , al que Castro describe en un momento, como un "verdadero socialista revolucionario", terminó siendo una figura central en el proceso de la restauración capitalista, aunque ésta no era la intención original de Gorbachov. Castro declara "pero él (Gorvachov) no podía mantener el control para encontrar soluciones a los grandes problemas que su país tenía".

Boris Yelstin, que también fue crucial en el proceso de restauración capitalista, es descrito por Castro como un "sobresaliente Secretario del Partido en Moscú, con muchas buenas ideas".

Castro identifica algunos de los problemas cruciales a los que se enfrentó la antigua Unión Soviética; malgasto, corrupción, mala gestión, y fallos para desarrollar y aplicar el uso de las computadoras modernas. Sin embargo, el también falla al ofrecer una clara solución para el gobierno burocrático y malgasto, que yacen en la necesidad de eliminar la burocracia estalinista y para establecer un genuino sistema democrático de los trabajadores. Sin esto, ninguno de los enormes problemas que el identifica podrían resolverse.

Sin embargo, muchas de estas características existen en Cuba. En Mi Vida, Castro también revela algunos de los conflictos que tuvieron lugar entre la burocracia soviética y el régimen cubano. Cuando es preguntado si los cubanos fueron consultados sobre la retirada final de las tropas soviéticas de Cuba, en septiembre de 1991, Castro responde: "Consulta. Ellos nunca consultan. En aquel tiempo ellos estaban desarmándose. Todo lo hacían sin consultar"

Castro también revela, en cartas publicadas en inglés, para esa primera época, la errática actitud que su régimen adoptó en ocasiones. Esto aparece claramente en el capítulo del libro que trata sobre la crisis de los misiles en 1962. Cuando la crisis se intensificó, Castro muestra que urgió a la URSS a no abandonarlo a un "primer golpe" del ataque nuclear y que se debería lanzar un ataque nuclear primero en el caso de una acción ofensiva directa contra Cuba por parte de los EE.UU.

"Esta es mi posición una vez que la agresión ha ocurrido, no se debe dar el privilegio a los agresores de decidir cuando se usarán las armas nucleares... desde el momento que el imperialismo desate un ataque contra Cuba, y en Cuba, y por consiguiente contra las fuerzas de la URSS estacionadas aquí... se debe dar una respuesta a los agresores en forma de un ataque aniquilador".

Krushchev y la burocracia soviética no aceptaron esta propuesta.

Hoy en día, Castro contradice sus primeros comentarios y posturas, al ser preguntado si Cuba quiere producir una bomba nuclear: "Te arruinarías a ti mismo- un arma nuclear es la mejor manera de suicidarse en un momento dado".

Stalin y Trotsky

Significativamente, Castro es abiertamente crítico con Stalin y concluye "el más intelectual de los dos era, sin duda, Trotsky". Si embargo, esto no quiere decir que Castro apoye las ideas y métodos explicados por los escritos de Trotsky. Castro, de forma errónea, descarta cualquier sugestión de que el Che Guevara había comenzado a mirar otras alternativas y que había empezado a leer los trabajos de Trotsky o que podía estar influido por sus ideas. Al hacerlo, Castro deshecha las evidencias de lo contrario, tal como dicen Celia Hart, Jon Lee Anderson y el escritor mejicano, Paco Ignacio Taibo.

Una sorprendente característica de Mi Vida es la actitud de Castro hacia los líderes mundiales y hacia los líderes procapitalistas de los antiguos partidos obreros de masas. Para los marxistas, que se oponga al sistema defendido por esos líderes no es una cuestión personal. Sin embargo Castro se sale de este camino para amontonar alabanzas en algunos de estos líderes, a pesar de criticar muchas de las cosas que hicieron. El antiguo presidente de EE.UU. Jimmy Carter es descrito como un "hombre de integridad". Charles de Gaulle es acreditado por salvar a Francia "sus tradiciones, su orgullo nacional, el desafío francés". Uno de los ministros en el gobierno fascista de Franco en España, Manuel Fraga, es en opinión de Castro "un inteligente, astuto gallego". El presidente Lula, en Brasil, es alabado como "un tenaz y fraternal luchador por los derechos de trabajo y la izquierda, y un amigo de nuestra gente". Y Castro ve "muy positivamente las reformas que Lula está implementando". Esto es a pesar del hecho de que la vasta mayoría de las "reformas" de Lula han sido ataques neoliberales a los derechos de la clase trabajadora.

En lo concerniente al futuro de Cuba, Castro es inflexible en el punto de que la revolución será mantenida, sin amenaza de restauración capitalista. Sin embargo, a pesar de la fuerte legalidad y el apoyo a la revolución, la amenaza de la restauración está creciendo. Desde la publicación de Mi Vida, Castro ha renunciado como líder. Raúl, su hermano, y otras poderosas secciones de la burocracia cubana, están intentando moverse hacia una apertura de la economía de mercado en Cuba. Si Castro veía esto como una amenaza, evidentemente no estaba preparado para jugar el papel que jugaron Gorbachov o Yelstin en este proceso.

La publicación de Mi Vida ofrece una esclarecedora visión de Fidel Castro; su papel y métodos. Sobre todo, es necesario aprender de las experiencias que relata Castro. Esto muestra la vital necesidad de desarrollar una verdadera democracia de los trabajadores y el socialismo.